lunes, 16 de mayo de 2011

Armando las valijas.. para México



Vamos a estar representadas en el Congreso Internacional "Consideraciones entre el textil y la sociedad: una recapitulación" que se lleva a cabo desde el 16 al 19 de mayo 2011, en el Museo de Antropología de Zalapa de la Universidad Veracruzana, Xalapa, Veracruz, México.

Mañana disertará Virginia contando del Proyecto Mantas Traperas. Si quieren saber más, aqui les dejamos el link con más información sobre el congreso y disertantes ¡hay mucha cosa interesante! 

¡Suerte Virginia!





miércoles, 4 de mayo de 2011

Agujas... que tejen


Este aporte forma parte de las satisfacciones que hemos recibido en el curso de la investigación. Una historia personal y valiosa, hemana de muchas otras historias que con permiso de su autora  compartimos con ustedes..




TEJIENDO LA VIDA

Y  si me animara….
Si me animara a escribir, si me animara a tejer, si me animara a convocar a un grupo de mujeres…
Leo el libro que me prestó Ana Inés, El Club de los Viernes, 8 mujeres reunidas para tejer, 8 mujeres de vidas distintas, de edades distintas, reunidas los viernes a la tardecita en la tienda de venta de lanas de Georgia  una neoyorkina madre soltera, tejiendo. Aprendiendo a conocer las lanas e hilos, aprendiendo a poner puntos, a hacer lazadas, a tejer del derecho y del revés, punto santa clara o rulito como me enseñó Berta cuando era chica. Punto jersey, una carrera al derecho y otra al revés, una para abajo y otra para arriba, va y viene. Luego quizás una bufanda. Luego quizás un buzo. Dar forma.
Y mientras van tejiendo la vida, sus vidas. Yendo y viniendo uniendo los puntos formando una malla de lana o de hilo.  y me vienen tantas imágenes. Las redes… las cadenas ancestrales de mujeres. Las mujeres de mi familia, mi abuela Damiana , que en realidad era mi bisabuela, Berta la empleada abuela de mi casa infantil, mi madre Yoli, mi abuela Piti que pasó dos inviernos tejiéndome un buzo y al final lo logró, no era lo suyo, pero lo intentó y lo hizo. Otras mujeres hacían otras tareas, a  mi abuela Guega nunca la vi tejer pero ella cosía, sobre todo zurcía y cosía todas aquellas cosas que estaban descosidas, desde un trapo de cocina, a un dobladillo. Pero lo que más me impresionaba y lo que más me quedó era que zurcía medias, sí los agujeros de las medias, las papas de las medias.  A mi tía Marta, mi madrina, nunca la vi tejer, ni coser, ella cocinaba. La madre de Tono, Ana Hilda, ella era tejedora profesional, tejía para afuera, y hacía cosas bellísimas y perfectas. Tía Esther, a ella tampoco la vi coser, pero cocinaba como los dioses, no, como las diosas, era la mejor cocinera. Miriam que fue maestra, era muy intelectual, pero alguna vez tengo un vago recuerdo de verla bordando un babero de bebé o una camisita, con un bastidor en Pinamar. Quienes más? Ah sí mi tía Yaya, ella tejía muy bien y rápido, hacía buzos para todos sus hijos, mis primos, Guillermo, Fernando y Mariela. Mi tía Coca, tía abuela, hermana de mi abuela Guega, la mamá de papá, ella era muy tejedora y hacía crochet, el de antes, carpetas redondas, ovaladas, rectangulares,  grandes y chicas, alfombritas en espiral de colores, fundas para almohadones. A veces pienso que me hubiese gustado ser de la época de mis abuelas y bisabuelas, vivir su mundo, haber sido educada en un Convento como Abuela Damiana y su hermana Tía Esther la del Cerro. Esas manos tan mágicas, tejiendo y creando las cosas más bonitas, suaves y con esa textura y fragancia de hogar. Con flores de lavanda en los roperos, envueltas en bolsitas de tul y atadas con una cinta bebe. O con coquitos de eucaliptus sueltos por ahí en los estantes. No sé que añoro, si el calor hogareño de la niñez, en donde todo era fácil, y parecía posible. Crecé, crecé, este es el mundo adulto. No todo es posible, y te pegás cada coscorrón! Elena mi suegra también tejía y lo hacía muy bien. Luego cuando su enfermedad avanzó y la fue haciendo olvidar de todo, menos de pintarse los labios, fue perdiendo la habilidad, o el gusto por tejer y empezó a tejer sueños en su mundo no compartible.



Hay veces en la vida que a uno se le escapan los puntos muy seguido, o que no sabe que está tejiendo, nada toma forma, todo queda por la mitad, pedazos de bufandas a medio tejer unidas a una madeja marrón, un enterito azul de bebe que nunca terminé.
Pero también hubo momentos de tejer cosas bellas: el vestido celeste que le hice a Lucía cuando cumplió los 2 años, con pecherita blanca con una niñita y un varón a cada lado, todo tejido, no bordado, con terminaciones en crochet. Qué logro! Y Lucía estaba tan linda. Después lo heredó Vicky y también estaba preciosa con ese vestido y su trompita.
Los varones me agarraron cansada, creo que nunca les tejí nada.
A Gustavo le tejí una campera de lana mechada del gris al blanco, también quedó preciosa, con un cierre adelante. La tejí casi toda en una Semana Santa en Piriapolis. Y la usó tanto. No sé que habrá hecho, seguramente la tiró.
Tejiendo la vida, tejiendo el amor. Porque tejer es amar. Cuando uno se pone un buzo o un saco o una bufanda o un chal, que te hicieron para vos, es como que esa persona que lo hizo, te abrazara.
Te pones el buzo y te sumergís en el abrazo, en el calorcito del amor, en el abrigo, en el cuidado, en la protección.
Les tengo que tejer un buzo a mis hijos, para que sientan ese abrazo mío cuando yo no este presente para dárselos.
Recuerdo un saco que me tejió mamá, un saco de lana mechada color celeste piedra y tenía unas mechitas de hilitos de colores, blancos, rojos, amarillos, que le daban un brillito. Tenía un gran cuello, y se prendía cruzado con cuatro botones en la panza. Yo estaba gorda y la verdad que el saco me hacía más gorda aún. No se diría precisamente que me favorecía, pero a mi no me importaba nada. Me lo ponía todo el tiempo, porque me lo había hecho mi mamá, y al ponérmelo sentía su abrazo, su calor, que siempre extrañe tanto.
Tejer no sólo es cosa de mujeres, a veces también de hombres. Jorge, mi amigo hermano mayor de la vida, esposo de Dolores, mi hermana de la vida, cuando estuvo en el “hotel” como decía en broma, en el Penal de Libertad, en los años de la dictadura, también tejió, gorros, bufandas, y hasta un buzo. Cuantos hombres allí presos, siguieron tejiendo la vida también con lana y agujas. En mi trabajo en aquel momento , Beatriz, me jefa en personal, traía cosas hechas por los presos del Penal para venderlas, y recaudar fondos para algunas necesidades de ellos o de sus familias. Esos gorros, tejidos por hombres, tenían algo especial, tenían la forma de la resistencia hecha vida, traían consigo ese mensaje de no rendirse, de seguir viviendo, de sostener la esperanza.
Otro hombre que tejió fue Walter Venencio, ese músico tan maravilloso, tan creador, que creó las canciones de niños más lindas, y tan atormentado por la vida, que un día desapareció sin dejar rastros. Se Había tejido un buzo, también de lanas mechadas blanco con rojo, con azul. Me parecía tan entrañable, esa capacidad de amar, esa paciencia, de armar de un hilo una prenda, punto por punto, hilada por hilada, darle la forma, y tener la hombría de ponérselo y lucirlo con orgullo.
No,  tejer no sólo es cosa de mujeres. Sí es femenino, porque es creación, es paciencia, es nutrición, es espera, y esperanza, es trabajo y tiempo, es materia y espíritu. La madeja, las agujas, y las manos que con sus movimientos van tejiendo, y dando forma hasta parir la obra.
Es sostener esa incertidumbre cuando aun no hay forma de nada, cuando apenas es un rectángulo y aún no se vislumbra el final. Es proceso, es paso a paso, es punto a punto, así como la vida, y luego sí unir las partes y dar la forma final y  ¡He aquí el suéter! Yo lo hice. Yo lo logré,  yo sostuve la incertidumbre, tuve fe y esperanza y llegué a crear algo hermoso. Ahora lo miro y lo disfruto.
Mañana compro otra lana y empiezo otro, quizás esta vez vaya a ser….
 
                                                                                                Mónica Ottado Gaudino